Asociación de Deportes de Montaña Aire Puro
San Mateo - Masack - Collata
Excursión # 247
Junio 2005


Reseña de la Actividad
Por Mariella Gallegos:


Es toda una alegría para mi reseñar una de las famosas salidas de Aire Puro y ser al fin una aspirante de esta asociación que por azar del destino y dicha mía conocí hace 3 años.

En esta oportunidad se fijó el punto de encuentro en San Mateo de Huanchor, la noche del sábado 16 de junio en el ya conocido hostal Padrón donde Manolo y Fido nos estaban esperando, para pernoctar a modo de aclimatarnos y comenzar muy temprano la caminata. Éramos un grupo bastante numeroso compuesto por 35 amantes de la montaña, que conforme avanzaba la noche terminaban de llegar. Esa misma noche mientras nos acomodábamos entre los camarotes comenzamos a conocernos, y descubrimos que contábamos con la presencia de chicas y chicos de Alemania, Francia, Corea y México, y a eso de la una de la mañana, el grupo ya estaba en sus respectivas camas, disponiéndose a dormir previa sincronización de alarmas en celulares y relojes ... los que al final nadie escuchó.

A las 6 am del domingo 17, una potente voz en la puerta nos decía: levántense muchachos, ya es hora!!, era el maestro Yoda de la montaña: Richi. Después del aseo de rigor, salimos en busca de desayuno y alguna merienda para el camino. Para las 7:30 am en medio de una mañana fría que anunciaba un sol espectacular, estábamos todos en la plaza principal para la usual presentación y foto grupal. Imagínense posando para casi 35 cámaras!, como que las sonrisas se desvanecían. Los responsables de nuestras vidas en este periplo que nos llevaría a Collata a través de Masack, serían Carolina, Adolfo y Richi, curtidos airepurinos que no conocen lo que es el cansancio.

Para las 8 am nos despedíamos de San Mateo, y comenzábamos a adentrarnos entre modestas casas de adobe cerro arriba con dirección al oeste, mientras el sol golpeaba nuestras espaldas y poco a poco nos íbamos desprendiendo de nuestras ropas! Claro... nunca tanto...

El primer descanso estaba programado en 45 minutos, parecía poco... el espíritu montañero empezaba a disfrutar la experiencia mientras caminaba entre árboles de eucaliptus, pero conforme la subida se empinaba, el pueblo del cual habíamos partido se divisaba cada vez más abajo y más lejos. Los latidos del corazón estaban acelerados, los minutos parecían horas y ahí comencé a recordar que esta era una salida no apta para sedentarios!.

Alrededor de las 9 llegó el primer descanso, una especie de pampa a la orilla del abismo de donde se apreciaba el valle del Rimac en su vasta magnitud. El calor estaba bien fuerte esa mañana y la gente aprovechó para recostarse bajo la sombra de algunos árboles a saciar la sed y el cansancio, mientras un ave que parecía un águila volaba soberbia sobre todos nosotros, invasores de su hábitat. Para los que llegamos tarde fue un descanso breve pues la marcha debía continuar...

El camino de tierra continuaba zigzagueante y empinado. Para la siguiente parada aun faltaba mucho trote, había que cruzar la quebrada de Challama y no sé como, tras una hora de camino, llegué a estar casi cerrando el grupo. Un abra que marcaba el nivel más alto de nuestra travesía, la que con su estrechez e incomodidad te transmitía una paz inigualable, sería el lugar elegido, nuestro segundo descanso, al fin!. El viento frío a esa altura te daba regocijo y aliento, sintiendo que el esfuerzo y el sudor habían valido la pena. Ahora dejaríamos los caminos empinados, empezando un descenso sin fin... rumbo a Collata.

Nuestro tercer descanso fue en el caserío de Huayahuayqui al cual se llega atravesando la quebrada de Ocatara, y coincidió gratamente con el nacimiento de un corderito a quien su madre amamantó y enseñó a ponerse en pie. Así, fuimos testigos del milagro de la naturaleza frente a nuestros ojos en medio de balidos de cabras y el soplar del viento. Mejor ambiente no se podía pedir, a pesar que muchas de nosotras demostrábamos nuestro sentimentalismo e intercambiábamos nuestros gustos por la fauna, otros quizás con más rezagos de primitivismo se antojaban un seco de cabrito o un corderito al horno, sin contar a nuestro amigo de Corea que nos hizo partícipe de su fascinación canina, cuando vio al cachorro que cuidaba las cabras!!... Llamen a Greenpeace!!

Cerca de la una de la tarde, en un camino ya más ligero porque veníamos de bajada, habíamos llegado a las imponentes ruinas de Masack, y sería este el sitio elegido para poder al fin almorzar. En el mismo suelo entre restos de construcciones en piedra incaica bajo el brillante sol de la sierra, estábamos recostados, casi sin fuerzas, comiendo y bebiendo lo que aun quedaba en nuestras mochilas. Incluso hubo tiempo para una moderada siesta, mientras algunos valientes montañistas recorrían las ruinas que se esparcían a los alrededores de donde se apreciaba los hermosos andenes de la quebrada Pancha.

Después de un merecido descanso y cuesta abajo llegamos al poblado de Collata donde el paisaje se tornaba verdoso a lo largo del valle, permitiendo ver los campos de cultivo de los pobladores de la zona, a diferencia de lo árido del camino recorrido previamente.

Finalmente, a eso de las 5 de la tarde con el sol poniéndose en nuestros rostros, después de una larguísima bajada, que ya hacía sentir ampollas en los pies y dolores de rodillas, después de 9 horas y 20 kilómetros de sufrida caminata que terminaba en la carretera para retornar a Chosica, la excursión lamentablemente llegaba a su fin, pero que dejó lindas amistades y bellos recuerdos que estoy segura harán a más de uno repetir salidas como esta con Aire Puro. Hasta la próxima salida!!.

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