Asociación de Deportes de Montaña Aire Puro
Parque Nacional Otishi
Excursión # 249
Julio 2005


Reseña de la Actividad
Por Yelinna Pulliti:


Partimos de la empresa Turismo Central (a espaldas de la plaza Manco Cápac) a las 6:30pm del Lunes 25 de Julio.

Pasamos por:

10:00 pm: Matucana (Nos detuvimos una hora a cenar)
12:20 am: La Oroya
1:40 am: Tarma
4:45 am: Pichanaki (ya en Satipo)
6:30 am: Masamari (¡Estaba lloviendo!)

En Masamari nos detuvimos a desayunar. La jarrita de extracto está a un sol, pero no venden jugo de naranja por estar demasiado baratas (yo tampoco lo entiendo). Algunos aprovechamos para usar los baños que se encuentran en la plaza, intentando no mojarnos demasiado con los tremendos charcos. Allí logré ver a un geko, tipo de lagartija de cuerpo más ancho y que puede trepar por las paredes como una mosca. Después tuvimos que ir a vacunarnos contra la fiebre amarilla. Las vacunas son sólo por precaución, los casos de esta enfermedad son muy raros. En las paredes del centro de salud hay afiches con consejos para las madres y las gestantes. Cuando salimos ya había dejado de llover.

Para llegar a Puerto Ocopa (a orillas del Perené) es necesario viajar en auto durante más de una hora, por una carretera de tierra desde la que se pueden ver las montañas, las chacras y cómo la gente quema partes del bosque para poder sembrar (la peor forma de conseguir tierras de cultivo).
En Puerto Ocopa se puede visitar el Convento y comer algo en el diminuto restaurante que existe, medio escondido, a un lado del camino. Dejamos nuestras cosas guardadas y nos embarcamos hasta Puerto Chata (llamado así por “La Chata” que se usa para pasar vehículos de un lado a otro de río) que está a unos 20 minutos bajando el río.
Desde Puerto Chata, caminamos por la selva hacia una cascada en la que la gente puede deslizarse como si fuera un tobogán. No es necesario internarse mucho en la selva para encontrarse con toda clase de insectos y arañas. Es fácil ver grandes mariposas de brillo azul o verde metálico y arañas gigantescas. En varias ocasiones vimos unas aves parecidas al buitre, además de ranas, ciempiés y renacuajos en las corrientes de agua. El calor y la humedad se dejan sentir en todo momento por lo que bañarse en la cascada es todo un disfrute.
De regreso a Puerto Chata almorzamos “Doncella”, un tipo de pez de un metro de largo con rayas como el tigre. En las paredes del lugar donde cominos están colgadas pieles de animales (un sajino, un mono, lemures, un venado, incluso un jaguar) el sólo verlas me hizo sentir malestar en el estómago. Vimos pasar a dos nativas con la cara pintada. Nos sorprendió su rostro hosco, enojado. Adin nos dijo que así eran ellas.


    

Pasamos la noche en los búngalos en Puerto Ocopa. La noche fue increíblemente clara, a pesar de cielo nublado. Ignoro porqué la gente con la que compartí el bungalo tenía miedo de dormir a solas, había uno vacío que no quisimos ocupar por el baño descompuesto, pero yo preferí dormir allí a escuchar los descomunales ronquidos de Armando (Ja!), incluso se sorprendían de que hubiera salido en la madrugada a solas a “hacer mi ofrenda a la Pachamama”. Creo que ya más de uno se imaginaba hordas de Pistachos bajando de las montañas. Os lo juro: no hay nada qué temer.

27 de Julio


Recogimos nuestras cosas y partimos en bote nuevamente. Hicimos una pequeña parada den Puerto Chata para desayunar y de allí seguimos al Perené hasta donde se une con el Ene y forman juntos el Tambo, el cual ya desemboca en el Amazonas, seguimos más allá durante casi dos horas hasta la comunidad nativa de Coriteni.
Aprovechamos para almorzar. Prepararon una mezcla de distintos fideos que llevamos además de yuca (la cual existe aquí en enormes cantidades), papaya y cocos.
No pudimos resistirnos a un baño en el Tambo. Sus aguas no son tan frías, incluso hay bancos de arena en la orilla que asemejan una playa. Yo aproveché allí para solearme, como si estuviera en Naplo.
Armamos el campamento cerca de la cancha de fulbito de la comunidad. Esa noche vimos revolotear murciélagos por encima de nosotros.
Es noche bajamos al río a pescar, justo en donde yo me había echado a tomar el sol. La primera vez es fastidioso recorrer ese camino sorteando los charcos y la piedras, pero después es muy fácil.
El cielo está tan despejado y parece tan transparente que permite ver incontables estrellas, incluso a la Vía Láctea. Pudimos ver varias estrellas fugaces, también hay quienes pudieron ver un cometa, y el estallido de un asteroide al cual confundimos con fuegos artificiales.
Después de unas tres horas (que se nos hicieron muy cortas, tumbados en la arena casi blanca y mirando el cielo) Adin ni su hermano pudieron pescar nada y tuvimos que regresar al campamento. Eran las once de la noche y como consuelo Adin preparó aguardiente mezclado con agua y 30 caramelos de limón disueltos. Delicioso.

28 de Julio


Temprano en la mañana, iza de la bandera por fiestas patrias. Esta zona estuvo azotada por el terrorismo hace algunos años por lo que aún existen ronderos, carabina al hombro, que protegen la comunidad. Después fuimos al Bosque de los Niños, llamado así porque los niños van a jugar allí. Antes pasamos por una cabañita donde nos ofrecieron masato. Su sabor es agrio y no me gustó nada pero no puedes rechazarlo o los nativos se ofenden (pobre Adin, tuvo que tomarse un cazo entero). La subida es muy empinada, el calor aquí es sofocante y hay que soportar a las nubes de moscas y mosquitos que invaden esta zona. El cansancio se siente más por el calor. No nos quedamos mucho tiempo, después de ver los árboles (algunos tenían letreros que informaban para qué se usaba cada tipo de madera) y descansar un rato, descendimos. La mitad de nosotros, ya incapaces de aguantar el calor, nos metimos otra vez al río.

    

En Coriteni, a cada momento se nos acercaban nativos vendiendo cosas ya fueran papayas, cocos, collares o yuca. Después de almorzar atún con yuca, se sentía tanto calor que me dormí sobre las tablas de madera de una pequeña cabaña sin paredes y techo de calamina. Cuando desperté ví a Paul practicando con un arco y dos flechas que habían traído los nativos. Dispara flechas es muy fácil y se aprende después de unos cuantos tiros. Paul y yo no pudimos resistir a comprar un arco con cinco flechas cada uno. Los nativos se fueron a jugar partido con otra comunidad, ninguno de nosotros tuvo ganas de ir, el calor nos había vencido.
En la noche volvimos al lugar donde Adin intentó pescar algo. De noche, esta arena es el mejor lugar del mundo para mirar las estrellas. Esa noche cenamos arroz con atún y hubo juerga en el pueblo. Como aquí no llega la cerveza, esa gente estaba chupando masato al por mayor.
29 de Julio


Desayunamos chocolatada y galletas. Levantamiento del campamento. Viajamos en bote una media hora hacia la cascada de Coari. Donde debíamos acampar estaba ocupado por una cabaña en la que vivían dos nativas y sus dos hijos. En el techo de la cabaña se podían ver balas de carabina. Para llegar a la cascada tuvimos que seguir un tramo de carretera donde Luis encontró una lombriz tan grande que parecía una serpiente. Todos teníamos miedo de tocarla, pensando que podía ser venenosa. Era muy lenta y torpe como para ser serpiente, y después de mirarla un rato quedó claro que era lombriz. La toqué y se sentía fría, me dio tanta pena que rogué porque la dejaran ir y eso hicieron.
Llegamos a donde debía estar la cascada pero no había cascada, estaba todo seco y lleno de moscas y mosquitos las cuales nos asediaban atraídas por nuestro sudor.

    

En el camino existen dos lianas especialmente dispuestas para balancearse. Después de jugar un rato seguimos el lecho seco del río buscando si quedaba agua. Recorrimos casi una hora de ida subiendo entre las piedras, trepando y saltando sólo para encontrar algunas charcas y un pequeño riachuelo formado por agua filtrada, nada más. Tuvimos que regresar (otra hora de camino) y sin perder tiempo, Luis y yo corrimos a meternos nuevamente al río. La orilla del tambo por esta parte es más fangosa, lo cual desanimó a muchos a meterse. El agua es más cálida y los pies se hunden en el fondo.
Después de almorzar nos volvimos a meter. Adin, explorando la orilla, encontró unas tablas dispuestas como si fueran una balsa y Luis y yo paseamos un rato con él. Al caer el sol la luz tiñe los árboles de rojo y el cielo se ve de tal manera que pareciera que estuviéramos en otro planeta, navegando en una balsa en un río de aguas oscuras. El agua es tan cálida que Armando y Roxana se bañaron después, ya de noche.
Hicimos una pequeña fogata y conversamos un rato de diversas cosas: Vallejo, Crimen y Castigo, el Triángulo de las Bermudas, El Principio de Incertidumbre, Neruda... cantamos una canción de maná de la cual nadie se acordaba toda la letra y cuando preguntaron si es que alguien sabía otra canción yo arranqué con la de Eamon:

“Fuck what I say, I don’t mean shit now...”
Carcajada general.
Al dormir, el rumor del agua es relajante. Lo malo: la arena se siente dura como el asfalto dentro de las carpas.
Alguien preguntó: ¿Qué estarán haciendo allá en Lima ene ste momento?
Yo respondí: Fácil: La mitad de Lima no está en Lima.

30 de Julio


Amanecer a orillas del Tambo. Siguiendo el curso del río se llega al pueblo de Atalaya, a una hora en bote y ya dentro del departamento de Ucayali. Desayunamos leche con café, galletas y pan árabe, levantamos el campamento y nos embarcamos de regreso a Puerto Ocopa, a dos horas subiendo el río.
Al principio da miedo que el bote de voltee (dicen que hay rayas en el río) pero al rato uno se acostumbra y ya no se siente tanto el balanceo. Esta vez dos señoras nos acompañaron en el bote, llevando sus dos botellas de coca cola de dos litros llenas de masato.
En Puerto Ocopa los niños nos seguían esperando que les regaláramos golosinas. No recomiendo hacerlo porque los niños aquí están muy mal educados y sólo saben fastidiar.
Esperamos un rato los carros que debían llevarnos de regreso a Masamari. En el restaurante donde la gente compró gaseosa habían dos hamacas que invitaban a recostarse. Son algo maravilloso J
En Masamari almorzamos carne de res con arroz y plátano frito. Nos esperaba un televisor sintonizando el Discovery Channel en el restaurante. A diferencia de Lima la carne aquí es suave y agradable, fresca. No creo que sea vaca, creo que era más bien cebú. Rocío y Cecilia pidieron cerveza y, a pesar de que no me gusta, no pude evitar tomar un traguito y brindar a mis amigos de la facultad. Bienvenida sea la civilización.
No pudimos ir a la piscina porque la hora nos ganó. A cambio Adin nos permitió una ducha en la Botica donde guardamos las cosas y usar el baño. Felizmente tuvimos tiempo de sobra para un breve paseo por el mercado. La gente cargó con carambolas, naranjas, plátanos, pacaes... por lo baratos que están aquí. Roxana y Ana compraron Culebrón, bebida que se hace metiendo una serpiente en un frasco (ignoro si con aguardiente u otro licor) y dejándola macerar. En la tienda donde lo compraron se podían ver los frascos con la boa adentro.
El Bus se detuvo a recoger a los pasajeros a una cuadra de donde nos encontrábamos. Partimos de Masamari a las 6:30 pm y llegamos a Satipo a eso de las 7 donde nos detuvimos hasta las ocho. Pude acompañar a Roxana y a Ana al parque donde, mientras ellas se tomaban una gaseosa, pude comprar una botella de Crema de Cacao en el puesto de recuerdos para turistas. Parece que es una mezcla de pisco con leche con un ligero sabor a chocolate. Delicioso.

Un dato: el arco y las flechas que compré directamente a los nativos en Coriteni a 15 soles aquí los vendían a 25. Regresamos al Bus casi corriendo y esquivando a los incontables mototaxis que van y vienen por estas estrechas calles. Felizmente nadie se quedó. Ya dentro del Bus, Paul me enseñó el paquete de café que acababa de comprar.

De regreso, los lugares por los que pasamos:
Satipo: 8:00pm
La Oroya: 1:00am
El Peaje de Corcona: 4:00am
Huaycán: 430am
Lima: 520am


Nos contaron que toda la semana que estuvimos fuera llovió e hizo frío en Lima. En cambio el Domingo, incluso el Lunes, hizo un poco de sol, como si la ciudad de alegrara de recibirnos.

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